–
Los hombres buenos
no follan bien.
–
¿Qué ha dicho
usted?- pregunté sorprendida.
–
Digo que los
hombres buenos no follan bien.
Aquella
mujer me miraba con descaro. Yo estaba sentada en un banco del parque
leyendo un best seller de esos de literatura fácil cuando me
percaté de su presencia. Realmente no me percaté de su presencia,
fue su voz la que me hizo dejar de leer y mirarla. No sé cuánto
rato llevaría sentada a mi lado ni si había estado observándome
durante mucho tiempo pero cuando la vi me quedé más sorprendida aún
que cuando le hice repetir esa frase tan rotunda. Me pareció guapa y
eso que el tiempo había calado en ella haciendo mella en su piel en
forma de arrugas dispersas por su rostro, pero aun así, sus ojos
azules reflejaban destellos de una belleza que se negaba a
desaparecer por completo. No sabría calcular su edad, probablemente
rozaba los sesenta, o los pasaba. Llega un momento en la vida de una
persona en que el tiempo puede ser un aliado o un enemigo. El
maquillaje y un buen peinado pueden disimular y hasta confundir
nuestras conjeturas sobre la edad cronológica de una persona. Y la
cirugía estética, claro. Mi vecina de banco estaba bien peinada,
maquillada y se había hecho algún retoque de cirugía estética sin
resultar patético, como suele ocurrir en la mayoría de las personas
que abusan de estas técnicas.
–
¿Te ha intimidado
esta afirmación?- me preguntó con determinación.
–
Bueno, más que
intimidar me ha descolocado. No lo esperaba y tampoco sé que quiere
decir con eso ni por qué me lo ha dicho a mí.
–
Ha sido una
reflexión. Estabas ahí ensimismada en tu lectura que no te has dado
cuenta del desasosiego de la chica del banco de enfrente. Lleva ahí
más de veinte minutos y ha estado mirando el reloj cada dos minutos
y el teléfono cada diez segundos, hasta que ha aparecido el de la
cita, con esa cara de “cabrón con pintas”. Después, él la ha
besado y ella ha sucumbido al deseo. Entonces, he pensado: “A ésta
no la han follado bien en la vida; éste chico la ha vuelto del
revés”. Y te diré más, no tiene nada que ver con su falta de
atractivo, perdona mi sinceridad, tiene más que ver con la capacidad
de él o con su forma de tratarla sexualmente. No parece tener ningún
interés en ella salvo para su propio interés, digamos “carnal”.
Eso va a producir un desequilibrio hormonal en ella porque él no
tendrá reparos a la hora de expresar libremente sus intenciones.
Seguramente, ella no se casará con él, aunque se sienta atraída
por el hombre apasionado y desestabilizador que la volverá loca,
como casi todas las mujeres, por cierto. Se casará con el hombre
“bueno” incapaz de hacerla estallar de placer. Casi siempre pasa.
“El cabrón con pintas” sólo vale para“eso”. Las mujeres
necesitamos una relación estable y éstos son poco estables. Además,
tengo la sensación que mi reflexión también se cumple a la
inversa. Los hombres se casan con mujeres “buenas” pero desean a
las “malas”. Con la palabra“malo” o “mala” no me refiero
a los maltratadores o maltratadoras, me refiero a los despojados de
complejos, inseguridades, represiones o a los independientes
emocionales. También son “malos” los infieles, porque hacen sexo
con una amante como le gustaría hacerlo con su mujer.
–
¿Es usted
psicóloga o algo así? Me parece un poco injusta esta reflexión.
Encasillar de esa forma a las personas es una afirmación muy
atrevida y hasta falsa, creo yo. Generalizar es muy peligroso.
–
No soy psicóloga
pero haber sido puta durante treinta y dos años, me da cierto
conocimiento sobre cómo follan los hombres y ser mujer me da cierta
idea de cómo piensan las mujeres. Es cierto, generalizar es
peligroso, pero si no tengo razón ¿por qué ha tenido tanto éxito
“Las cincuenta sombras de Grey” si el tal Grey es un enfermo que
sólo folla duro? No lo digo yo, lo dice él en el libro. Si hubiese
sido un hombre atento, amable y sensible con toda la parafernalia que
rodea al amor sensible, esa obra hubiese pasado inadvertida.
Entonces, ¿por qué ha tenido tanto éxito? Porque a las mujeres
heterosexuales nos encanta la impulsividad de la testosterona. Nos
encanta el sexo duro, por lo menos de vez en cuando.
–
Bueno, eso puede
ser cierto, pero el amor es una mezcla de deseo y empatía, de
respeto y admiración capaz de hacer sentir con la piel cuando roza
el alma. Un libro es sólo una utopía, la realidad es otra. La
realidad del amor supera a la ficción de la testosterona. Cuando un
hombre te importa de verdad y lo amas, cualquier caricia regalada
deja una estela de placer irresistible. Los cuerpos van acompasándose
con el tiempo y se acoplan como dos piezas de plastilina.
–
El amor es un
concepto muy ambiguo. El tiempo destruye el deseo, esa es la realidad
y ese respeto del que hablas, a veces puede ser negativo, en la cama,
me refiero. De tanto respeto, los cuerpos se hermanan entre las
sábanas. Si supieras la de hombres casados que se van de putas...
Podría contarte miles de historias con un final parecido. Los
hombres no sólo me pagaban por mis servicios, muchos de ellos me
contaban secretos y otros simplemente sentían la necesidad de tener
sexo placentero sin represiones. Seguramente a las mujeres nos ocurra
lo mismo. Todos tenemos un Jekyll y un Hyde sexual en nuestra mente,
otra cosa es que nunca mostremos ese Hyde por vergüenza. Lo ideal
sería tener un hombre” bueno”fuera del dormitorio y el mismo
pero “malo”, dentro; esto sólo ocurre al principio de las
relaciones y no siempre, ya te he dicho que a veces elegimos pareja
para formar una familia y descuidamos un poco la pasión en pos de la
estabilidad.
–
Pues yo me niego a
creer lo que dice. Me gustan los hombres buenos, no soporto a
los“cabrones con pintas” como usted los llama. Grey es un
manipulador; no creo que en la vida real muchas mujeres se excitasen
con un hombre así, o por lo menos quiero creer aún en el
romanticismo.
–
Así que te gustan
los hombres buenos...
Mi
vecina se levantó del banco, miró el reloj de soslayo y dijo:
– Haces
bien, eso indica una mente sana. El masoquismo fuera de la cama es
una pérdida de dignidad.
Siguió
hablando a modo de sentencia.
– Si
prefieres a un hombre bueno a tu lado, sólo te quedará un camino
para ser feliz en pareja.
– ¿Cuál?-pregunté
yo con curiosidad.
– Hacerlo“malo”.
Se
fue sin mediar más palabras. Me quedé observándola mientras se
alejaba lentamente como quien lleva el peso de la vida a cuestas. No
vi su rostro pero en la lejanía su mano fue hacia uno de los ojos,
como apartando una lágrima indiscreta. Quizás aquella lágrima
llevaba escrita el nombre de algún hombre de un pasado muy lejano o
quizás sólo fuese una pequeña ráfaga de viento en su cara.
Quizás.