jueves, 2 de junio de 2016

Mario Conde que estás en mis sueños

La otra noche soñé con Mario Conde. Estábamos en su casa. Probablemente haya visto parte de su casa en alguna revista porque recuerdo perfectamente una escalera de madera que comunica el piso inferior con el superior, y esa misma escalera es la que vi en mi sueño. Mario estaba debajo de la escalera, sentado, junto a tres o cuatro persona más. Yo también me encontraba en esa reunión pero no participaba activamente, más bien parecía ensimismada urdiendo algún plan. Él hablaba de algo que no recuerdo, disertando sobre algún tema interesante, con la admiración del resto de los presentes, ya que permanecían callados escuchando atentamente. Una chica de mediana edad con mechas rubias lo miraba fijamente. En mi sueño pensé que estaba intentando “ligárselo”. Él continuaba hablando mientras movía las manos pausadamente. En ese momento me excusé diciendo que iba al baño y subí la escalera de madera. Llegué hasta un baño amplio, decorado con un mueble de madera encima del cual estaba el lavabo. Abrí el grifo. Me miré en un espejo muy grande que ocupaba casi toda la pared frontal mientras me lavaba, pensando dónde tendría escondido tres millones de euros. Me había propuesto robarle ese dinero para donarlo a una ONG. Ni recuerdo la ONG ni por qué creía que Mario Conde iba a tener tanto dinero en su casa. Cuando bajé de nuevo la escalera  seguía sentado en una silla, solo, y me sorprendió la desaparición de todos los demás, incluida la rubia con mechas. En ese momento me desperté.
 ¡Pero seré tonta! Yo intentando robarle dinero a un exbanquero para dárselo a una ONG. Hasta mi subconsciente tiene espíritu de Robin Hood. Con las cosas que podría comprar con tres millones de euros... Si por lo menos hubiese intentado “ligármelo” como la de la mechas para aprovecharme de su patrimonio... Bueno, a lo mejor estoy imaginando que la mujer quería aprovecharse de él, y no le he dado el beneficio de la duda de si realmente pudiese gustarle. Cuando veo a una pareja y el hombre es mucho mayor que ella (feo a ser posible) supongo que él tiene dinero. A la inversa también lo pienso, aunque es menos frecuente la situación. Otro día escribiré sobre hombres jóvenes emparejados con mujeres mayores. Es más habitual ver el tipo de unión mujer joven-hombre mayor, cuando   éste tiene una solvencia económica conocida . Es cierto, no siempre se cumple mi suposición, sobre todo cuando hay hombres entrados en años que siguen manteniendo esa capacidad seductora a pesar del tiempo. En este caso, Mario Conde me parece atractivo, y existen hombres mucho mayores que yo que también me lo parecen: Arturo Pérez-Reverte, Willem Dafoe, John Malkovich y algunos ya criando malvas, como Blas de Lezo. Lo que sí es cierto, es que cuando veo a hombres mayores, en las revistas del corazón se ve con cierta frecuencia, emparejados con mujeres mucho más jóvenes, una no puede dejar de imaginar cómo el poder, el dinero o la posición económica juega un papel fundamental en la decisión de ella de emparejarse con alguien tan discordante, por lo menos aparentemente.
Sigo suponiendo que no solo será cuestión de ofrecerle el cuerpo a estos hombres, sino que la astucia de estas “cazafortunas” se traduce en una relación simbiótica, donde él ofrece poder económico y ella, belleza, juventud y  una personalidad arrolladora.
A las que nos han enseñado a ganarnos  nuestra independencia económica con  la  inteligencia, y a poner al amor como abanderado para conseguir una pareja, este tipo de relaciones nos parecen frías. Por eso cuando vemos a una mujer usar su cuerpo para conseguir objetivos económicos, laborales o de cualquier índole, nos produce extrañeza.  No digo que esté mal; a lo mejor en un momento de necesidad extrema,  podríamos, entre las cuales me incluyo, hasta vender nuestra alma al diablo. Lo que me da pena es la pérdida de valores becquerianos relegando la importancia del cuerpo a un simple mercadeo. Probablemente porque sigo siendo una romántica de la escuela de Antonio Gala y entiendo el sexo muy cerca del amor, o por lo menos de la atracción, sin más intención que la propia pasión.
A ver si esta noche vuelvo a soñar con Mario Conde, y le pregunto a la rubia si realmente le gusta Mario o “va” a por su dinero... como yo.