jueves, 6 de octubre de 2016

Los apátridas de valores

No soporto a las personas sin valores. A esos mercenarios incapaces de ser leales a unas ideas, que cuando cambia la dirección del viento se mudan de chaqueta, y se quedan desnudos si hace falta. A esos narcisistas que usan a los demás para su uso y disfrute; a los ambiciosos adoradores del dinero como único dios,  que no temen hacer actos ilegales o inmorales para resarcir su patrimonio, si notan cualquier mínimo indicio de merma en sus ingresos, pero incapaces de compartir aunque sean las sobras. A los deshonestos que no dudan en calumniar ni en injuriar  para conseguir sus objetivos,  incapaces de enmendar sus errores aunque se demuestren sus falsedades. Acusar injustamente a alguien es, junto con la deslealtad,  una de las actitudes más reprobables del ser humano. En el mundo político lo estamos viendo casi a diario: puñaladas traperas, mentiras, desconfianzas, juego sucio... Es el “todo vale” por mantener o conseguir el poder. ….  No hay nada inventado. Un tal Maquiavelo ya lo escribió en “El príncipe” hace casi quinientos años. El fin justifica los medios, dijo.
Nos sorprendería la de maquiavélicos y maquiavélicas que nos rodean, teatralizando sus propios engaños y envolviéndolos en verdad, para luego abusar de nuestra confianza, mercadeando con nuestra buena fe. Realmente, este tipo de personas apátridas de valores cavan su propia tumba, porque cuando se les reconoce (al final siempre se les reconoce) producen un rechazo frontal en la gente de bien.
En esta sociedad hedonista adicta al becerro de oro, encontrar a hombres justos, honestos o buenos es una tarea casi imposible, y si los encontramos nos solemos reír de su actitud etiquetándolos como seres débiles. Estamos demasiado acostumbrados al yo, mí, me, conmigo. Ayudar a los demás a ser mejores personas o mejores profesionales sin esperar nada a cambio, simplemente para embellecer este mundo, es ya un valor utópico.  La costumbre habitual de echar zancadillas al otro, torpedear ideas brillantes, taponar proyectos, no es nueva. La Historia nos ha dado sobradas muestras de apátridas de valores y curiosamente, muchos de ellos han dirigido naciones o imperios. La personalidad antisocial se impone entre los poderosos y en muchos puestos de responsabilidad (lo he leído últimamente en algún periódico medianamente confiable). Probablemente la forma de gobernar sea un reflejo de nuestra sociedad…
 Sinceramente, espero que perduren los rebeldes a la corrupción, los que van a contracorriente de lo superfluo, “los nuevos espartacos”, sí, esos que se resisten a ser esclavos del dinero y del poder. Solo esos podrán legar a futuras generaciones la verdadera esencia del ser humano. Los otros, se dejarán arrastrar por la dictadura del tiempo y perecerán en sus tumbas, tan frías, como sus almas.