Una
madre ama sin condiciones y perdona sin rencor a sus hijos. Conoce la
personalidad de cada uno de ellos, la forma de actuar o cuándo está triste sin
necesidad de hablar. Esa capacidad “adivinatoria” de una madre es, a veces,
insoportable porque suelen tener razón
casi siempre. Tienen un sexto sentido para esas cosas. No tengo ni idea de
dónde lo sacan pero saben perfectamente cuándo nos vamos a equivocar en una
relación, si estamos enamoradas o solamente es una ilusión, y lo más
sorprendente, saben cuándo sufrimos, aunque intentemos ocultarlo.
Las
madres son así, una especie de extraterrestres con poderes, inmunes al
agotamiento cuando su prole los necesita, aunque su prole ya tenga más años que
Carracuca. Son inagotables a la hora de esforzarse por la familia, además, con
su incorporación en el mercado laboral, son capaces de organizar la casa,
cuidar de los niños, trabajar, llevar una relación con la pareja y todo eso,
con o sin ayuda del marido. Afortunadamente, en estas últimas décadas, el
hombre ha cambiado su actitud y las labores domésticas se comparten, pero no
nos engañemos, en estos momentos, el peso de la organización del hogar sigue
recayendo en la mujer que se ha convertido en casi en una “superwoman”,
arañando minutos al día para poder llegar a realizar todas las tareas
pendientes.
Los
alcaldes deberían poner en cada pueblo una estatua honrando la figura de la
madre como persona valiente, al fin y al cabo, el mayor acto de valentía de una
mujer es parir un hijo y criarlo.
No
puedo terminar este escrito sin ensalzar el papel de las abuelas. Muchas de
ellas están ayudando en la crianza de sus nietos por la falta de conciliación laboral de los padres. A ver si los hijos, tan egoístas como somos,
estamos a la altura cuando ellas nos necesiten, porque da la sensación de estar
usándolas hasta agotarlas y cuando ya no nos sirven las acomodamos en eso que
ahora denominamos “residencias para mayores”. No tengo nada en contra de estas
instituciones, es más, muchas de ellas están perfectamente preparadas para cubrir
las necesidades de los ancianos de una manera muy digna. Es tan sólo una
reflexión, un pensamiento en alto sin ánimo de criticar a quienes prefieran
decidir ese futuro para sus padres. Estoy retratando la realidad social actual
sin juzgar a nadie. Por lo demás, las consecuencias de nuestras acciones
recaerán sobre nuestras conciencias y cada persona tenemos una a quien rendir
cuentas cuando llegue el momento. Somos libres para decidir nuestros actos y
las circunstancias de cada familia son diferentes. Sin ahondar más en este tema
tan delicado, me viene a la mente un viejo refrán: “cada palo que aguante su
vela”-dice-. Pues eso.