jueves, 15 de diciembre de 2016

Los consejos de un maestro

Don Antonio Ponce se acababa de  jubilar. Había sido maestro durante más de cuarenta años, y ahora la vida le había dado un respiro otorgándole lo que él llamaba “un descanso inmerecido”. Por él hubiese seguido trabajando hasta que las fuerzas le hubiesen fallado, y estoy segura de que no le hubiesen fallado nunca.
Lo vi hace una semana y lo saludé efusivamente. Don Antonio había sido un gran profesional, de esos que hacen “cuajo” en la memoria.
–        ¿Qué tal te va? - me preguntó con curiosidad- Hace muchísimo que no te veía por aquí.
Yo le relaté los últimos acontecimientos que me habían hecho perder la calma, como si mis problemas fuesen los más terribles del mundo. Mi angustia se debía a dificultades en el trabajo relacionadas con decisiones políticas impuestas, sin que ninguno de los trabajadores pudiese cambiar nuestro destino.
Cuando terminé de exponer mi atormentada situación, don Antonio me miró y me tocó el hombro con cariño.
–        Así que lo que te está pasando te parece ilegal, inmoral, injusto... Bienvenida al mundo de los adultos. En este mundo, casi todo es ilegal, inmoral e injusto, ¡ah!, y mentira, que no se te olvide. Casi todo es mentira. Los políticos se corrompen, los sindicatos, los sindicatos se venden y los compañeros de trabajo van a lo suyo; eso del “equipo” es un invento de los sociólogos. Las personas trabajamos para nuestro beneficio. Algunas pueden ceder pero muy poco, y con el paso del tiempo, mucho menos, a no ser que se saque beneficio de ello. Hay demasiadas envidias, recelos, y, además, los valores hace tiempo que se perdieron en el baúl de los recuerdos. ¿Piensas que puedes nadar a contracorriente? Te cansarás de remar. Cuando el río empieza a no ser navegable, es mejor dejarse llevar por la corriente y salirse del río cuando puedas. ¿Piensas que primero está tu dignidad? A veces la dignidad es el silencio y tener la conciencia tranquila. Ya verás como el tiempo descubre las verdades. No tengas prisa. Todo llega.
–        Pero si no lo digo, me sentiré como un poco cómplice de todo esto.
–        Apártate. No te mezcles con las malas hierbas. Seguro que habrá un trozo de tierra donde puedas crecer entre tanta hoja marchita. Ayuda a otros a crecer sin esperar nada a cambio. Eso te hará feliz.
–        Usted ayudó a muchos a crecer.
–        Sí, pero luego ellos se convirtieron en lo que quisieron ser. Todos elegimos cómo queremos ser.
Por un momento nos quedamos callados. Yo rompí el silencio:
–        O sea, somos lo que elegimos ser.
–        Exactamente, esto tiene más que ver con nuestra actitud en la vida, a pesar de los vaivenes del destino.
Tras esa frase, se despidió de mí con dos besos y un “hasta pronto”. Don Antonio seguía siendo un gran maestro y yo había tenido la gran suerte de ser su alumna.