Ya
no está de moda escribir cartas de amor, de esas de puño y letra
con firma al final. No está de moda; ya pasó el tiempo de plasmar
los sentimientos con bolígrafo en un papel y me atrevo a decir que
pronto se acabará el tiempo de escribir a mano. La tecnología se
está imponiendo cada día con más fuerza y la escritura es uno de
los aprendizajes humanos a desaparecer. Probablemente, los niños de
finales del siglo XXI reconocerán las letras pero el ordenador
suplirá la tinta del boli. La comodidad de teclear frente al
esfuerzo de hacer caligrafías... El mundo está en un constante
devenir de cambios y éste parece ser uno de ellos. La evolución de
la sociedad nos lleva hacia nuevas formas de expresión, así de
simple.
Quizás,
cuando desaparezcan los escritos a tinta, se perderá algo de la
esencia personal que confiere la escritura a cada uno de nosotros:
esa forma de unir las palabras única y exclusiva del propio
individuo. Esa seña de identidad tan válida como puede serlo
nuestra propia biografía. Los que saben interpretar la grafología,
pueden llegar a intuir los rasgos de la personalidad del escribiente,
según los trazos y las formas de las consonantes y vocales. Algunos
hasta se atreven a analizar la firma de personajes históricos.
http://escrituraypersonalidad.blogspot.com.es)
Desde
luego, todos reconocemos la letra de nuestros familiares. Es como ver
una foto de sus caras. El escrito nos impregna de esa persona, de sus
vivencias, de sus manías, de la forma en que vive o cómo se mueve.
Ocurre igual con las cartas de amor, de desamor o esas que se
escriben para finalizar una relación. Si leemos alguna, a pesar de
haber transcurrido décadas, nos retrotrae al momento en cuestión y
aquellas sensaciones sentidas vuelven a nuestra mente como estelas en
el cielo, impidiendo que el olvido se adueñe del pasado. Cuando
leemos ese tipo de cartas ya obsoletas, bien por amores pasados, bien
por juventud perdida, nos produce una sensación extraña de
nostalgia; vemos en ese papel amarillento un testigo implacable de
nuestras vivencias. La tinta emborronada por el tiempo nos remueve
pasiones olvidadas.
Los
niños del siglo XXI se perderán esta sensación extraña de leer el
alma de un humano en su propio lenguaje con su propia grafía aunque
seguro que ellos tendrán otra forma de hacerlo y no anhelarán ésta.
Mirarán los lápices con curiosidad, como se miran los objetos
inútiles que un día fueron útiles.
Hoy
he recibido una carta de alguien muy especial. El remitente se
excusaba: “perdona mi letra, hace años que no escribo en papel y
con bolígrafo”. A mí me ha parecido un escrito muy íntimo lleno
de sinceridad. Lo guardaré como un pequeño tesoro, porque es
posible que no vuelva a recibir ninguno similar y algún día, cuando
el tiempo pase, volveré a leerlo y en esas letras aún permanecerá
la esencia de aquel hombre que un día me escribió la última carta
de amor. Entonces, una lágrima indiscreta caerá sin querer sobre el
papel, diluyendo alguna palabra del texto y tal vez, me sirva para
que la esperanza pueda volver a hacerme soñar de nuevo con el futuro
incierto de los sentimientos.
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