jueves, 3 de octubre de 2013

Todos los jueves, a esta misma hora

Hoy es jueves, ese día tan igual al precedente miércoles, en medio de la semana, que sin ser el anhelado viernes ni el odiado lunes, nos prepara para el fin de semana. Un día cualquiera tan válido como cualquier otro, para disfrutar, nacer, morir, enfermar o trabajar, luchar o dejarse vencer, enamorarse o divorciarse.
Hablando de divorcios, en 2011, en España hubo 103.604 divorcios, un 0,7% más que en el año anterior, y septiembre, al parecer, ostenta el título de mes más “divorciero”(acabo de inventarme esa palabra). También enero suele ser un mes proclive a los divorcios, según una tal Anna Zornosa, vicepresidenta del servicio de citas online de Yahoo Personals. Entre los propósitos de Año Nuevo- dice- en caso de problemas de pareja, la mayoría da prioridad a romper una relación frente a perder peso o dejar de fumar. Desconozco la credibilidad de las afirmaciones de Anna pero una relación mal llevada puede ser más dañina que el tabaco, aunque dejar cualquiera de las dos cosas suele ser difícil. En el caso del tabaco por la cantidad de sustancias adictivas y la adicción en sí de fumar y en el segundo, porque romper una rutina y salir del espacio de confort, aunque no haya mucho confort, suele costarnos. Muchas veces nos resistimos al cambio y la frase “pues no estoy tan mal” nos persigue, a pesar del desamor. Otra cosa es, para los creyentes en la fidelidad, pillar a nuestra pareja “in fraganti”, o que la convivencia se haya deteriorado tanto que nos tiremos los platos a la cabeza (aunque sean tan baratos como los de IKEA). Uno de los motivos de desamor puede ser el haber otorgado a la rutina el papel protagonista en la película de nuestra pareja, en nuestra vida y por ende la desaparición de la pasión y el deseo. El deseo se lleva fatal con la hipoteca, las desavenencias con las familias políticas, el descuido personal con el paso del tiempo, los problemas de los hijos, las facturas, en definitiva, con el día a día. Gestionar el deseo a través del tiempo es una tarea difícil, no imposible, pero requiere paciencia y esfuerzo. Nos casamos pensando que es para siempre, pero las personas evolucionamos y algunas veces, de forma diferente y en diferente dirección a nuestra pareja. Eso ha condicionado nuestra forma de actuar ante las relaciones. La televisión y los medios de comunicación nos pinta un mundo repleto de hedonismo: compra el coche más caro, las cremas antiarrugas para no envejecer, las mejores vacaciones, los mejores trajes de los mejores diseñadores, etc… Tenemos pánico a las enfermedades y a la muerte, ni nombrarla, ya no se vela a los muertos en las casas porque parece que la muerte no forma parte de nuestra vida y el abuelo de morirse en casa, ni hablar, mejor en un hospital si se puede, aunque en casa tengamos todos los medios para esperar a la muerte sin dolor.
No nos están enseñando a luchar, ni a sufrir con el esfuerzo de conseguir aquello que deseamos y el matrimonio es hedonismo, pero también es lucha y sacrificio. Con el paso del tiempo el amor va transformándose en un sentimiento más pausado. Las crisis de pareja harán su aparición tarde o temprano y deberíamos saber solventar esas crisis. Nos apegamos al desamor; es más fácil romper que intentar reconstruir. Caso aparte son las mujeres maltratadas, con esos hombres, tolerancia 0. Denunciar sigue siendo la mejor opción. Antes aguantábamos mucho- me dijo una vecina octogenaria- las mujeres de ahora hacéis muy ricamente de no aguantar. Hombre-le respondí- ni don Juan ni Juanito. Y me entendió perfectamente.
La convivencia pesa mucho, pero el amor soporta ese peso. Entonces, ¿existe el amor eterno, ese de las películas lacrimógenas americanas de Antena 3? Pues no sé, preguntémosle a Antonio Gala, yo no tengo ni idea.

De momento y sin saber la respuesta (ignoro tantas cosas que una más no importa) yo seguiré escribiendo reflexiones de gente corriente, en este blog, todos los jueves a esta misma hora ¡Hasta el próximo jueves!

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