jueves, 28 de noviembre de 2013

Propongo

Gabriel Celaya lo escribió:

Poesía para el pobre, poesía necesaria
como el pan de cada día,
como el aire que exigimos trece veces por minuto,
para ser y en tanto somos dar un sí que glorifica.

Porque vivimos a golpes, porque apenas si nos dejan
decir que somos quien somos,
nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno.
Estamos tocando el fondo.

¿Será verdad que cuando tocamos fondo la poesía nos ayuda a remontar? De este poema hace más de cincuenta años y una vez más, estamos tocando fondo, socialmente, me refiero. ¿Es ahora cuando tenemos que echar mano de la poesía? No sólo escribirla, sino verla, olerla, tocarla.. Sentirla en la sonrisa de un niño o en la mirada cansada del anciano. Imaginarla en la derrota, cuando todo está perdido y ya no queda nada por lo que luchar. ¿Es la poesía un arma cargada de futuro, como dice Celaya? ¿O es agua pasada?
Lo dijo Becquer:“mientras exista una mujer hermosa, habrá poesía”. Aquel verso famoso “poesía eres tú” nos retrotrae hasta el pasado. Ya nadie nos dice eso de “poesía eres tú”, más bien decimos “poesía soy yo”. Nuestra capacidad de entrega cada vez es menor, o por lo menos, eso parece. Damos poco de nosotros y cuando damos, esperamos recibir. Esta forma de amar bidireccional es menos tóxica que el sentimiento apasionado y destructivo de quien entrega hasta la última gota de su sangre (metafóricamente hablando, claro) a nuestro enamorado, aunque no nos corresponda ni le importemos lo más mínimo. El único amor incondicional es el de la madre o el del padre, los demás amores suelen ser de ida y vuelta. Tú das y yo te doy. Hipoteca al 50%, amor medido y con separación de bienes por si acaso, que la eternidad del amor es demasiado eterna para ser real y ese “por si acaso” se impone al utópico “para siempre”. Desde el siglo XIX al XXI la seducción ha cambiado de rumbo y ha pasado de ser sensual a sexual. No estoy añorando los tiempos del picú, de la serenata o de las cartas de amor. Ningún tiempo pasado fue mejor. El mejor tiempo es el ahora y el que habrá de venir. Hemos nacido en esta época, para lo bueno y para lo malo. Cada cual que modifique aquello que no le guste, pero a veces a una le da ganas de decir: “Becquer vuelve, que esto se nos está yendo de las manos”.
No vamos a exigir una seducción a la antigua usanza, con represión sexual incluida, sobre todo porque si a algún hombre en la primera cita se le ocurre incorporar en el ritual de la seducción la lectura de una poesía de amor, la mayoría de nosotras llamaríamos al 112 y las demás miraríamos el contenido de la copa que ha estado bebiendo nuestro poeta durante la cena. Ya no estamos acostumbradas a la poesía como expresión de sentimientos. A lo mejor, a las personas que nos gusta este género literario, sí leemos poesía de vez en cuando, pero es un género a extinguir probablemente. ¡Ojalá me equivoque!
Yo, para apoyar este tipo de expresión, voy a aportar mi granito de arena y voy a poner una poesía que escribí hace muchos años pero que sigue muy presente en mi hoja de ruta de la vida. Se titula
PROPONGO.

Propongo que la vida sea más larga que los sufrimientos.
Propongo que no se vendan los besos.
Propongo soñar con los ojos abiertos.
Propongo insistir en que vale la pena
seguir caminando, seguirse cayendo,
seguir recordando, aunque los recuerdos
nos partan el alma, si es que la tenemos.
Propongo sentir aunque sea tristeza
y prestar pañuelos que sequen el llanto
a los que lucharon por los sentimientos.
Propongo pensar para no morirse,
amarse sin tregua, borrar de la mente
los falsos “te quieros”.
Propongo que se otorgue una medalla
a la valentía del que se resiste
a ser fracasado.
Propongo desnudar mentiras,
vestirnos de abrazos,
saber que podemos volar por la vida,
con alas de cera y aunque se derritan,
propongo ser Icaro.

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